Autor: Pedro Damián Cano Borrego

 

 

 

Durante el siglo XIX España, y muy especialmente Andalucía, fue el destino por antonomasia de viajeros de todo el mundo. Junto a los bien estudiados libros de viaje en su día publicados por los autores europeos y norteamericanos, las impresiones y los escritos de los autores iberoamericanos de esta centuria han sido objeto de una menor atención. En este sentido, destaca el publicado por Rafael López, Yolanda Guasch y Elena Montejo Palacios en 2018[1]. En el mismo se analizan las obras del colombiano José María Samper, el chileno Alberto Solar, el también chileno Rafael Sanhueza Lizardi, el peruano Ricardo Palma Soriano, la colombiana Soledad Acosta de Samper y el chileno Agustín Edwards y Mac-Clure.

Estos viajeros describieron en sus Memorias y libros de viajes sus impresiones sobre España, la tierra de donde procedía la mayor parte de su propia cultura, pero de la que desconocían su pasado islámico y los espacios orientalistas. Procedentes de varias de las nuevas repúblicas independientes, la mayor parte de ellos eran personas cultas y normalmente muy jóvenes cuando emprendieron su viaje, que llevaron a cabo o bien por puro placer o convocados para participar en eventos culturales o diplomáticos.

Vista de Córdoba, óleo de François Antoine Bossuet pintado hacia 1840-1845.

Su alto nivel cultural y su curiosidad se reflejaron igualmente en sus obras. En las mismas queda claro que conocían previamente a su periplo las obras de otros ilustres viajeros, como Washington Irving o Teófilo Gautier, dado que es habitual que en las mismas se incluyan citas o incluso extractos literales de alguna de ellas, así como el generalizado uso del término morisco.

En todos sus escritos es patente su interés por conocer la cultura española, entendida como parte de su propio bagaje, si bien algunos de estos viajeros comienzan su viaje con bastantes prejuicios, en gran parte derivados del sistemático discurso denigratorio de la misma llevada a cabo por los políticos, poetas y periodistas de sus países de origen durante y tras la época de las Guerras de Independencia. Este discurso, creado por los criollos liberales, renegaba de sus origenes y de su herencia hispánica e identificaba artificiosamente su linaje con el indio.

Interior de la Mezquita de Córdoba, óleo de David Roberts, 1838, Museo del Prado.

La historia peninsular había quedado en las nuevas repúblicas amalgamada y reducida a una mezcla de impureza, lascivia y violencia de unos pueblos bárbaros y salvajes, asimilados a las satrapías orientales. España era presentada con una conducta económica y política enfermiza, atrasada, corrupta y codiciosa, producto de la marginalidad oriental hispana, al ser considerados descendientes de vándalos, godos, moros, etíopes y judíos, los destructores de la civilización latina.

Es por ello que normalmente en sus obras sea patente su sorpresa por descubrir un país más desarrollado del que esperaban encontrar y muy hospitalario, si bien también destacan, algo común a lo recogido en las obras de otros viajeros europeos, las referencias a las condiciones de alojamiento y a una gastronomía popular a la que no estaban acostumbrados. Y, dado que como hemos visto y es claro ejemplo la Carta de Jamaica de Simón Bolívar, era común en sus países la asimilación de España con tiranías orientales como Turquía o Persia, destaca en ellos su deseo de conocer esta parte de la cultura española que les resultaba tan alógena a la suya propia.

La Matanza de los Abencerrajes de Mariano Fortuny, 1870.

En sus obras es evidente su curiosidad por unos paisajes y climas que les resultaban a muchos de ellos igualmente extraños, abundando las comparaciones y los recuerdos de sus propios países de origen. También la comparación de lo vivido con lo que antes de comenzar sus viajes habían leído y la imagen previa que se habían creado, en sentido positivo o negativo, si bien La Alhambra y otros monumentos andalusíes siempre son mostrados con admiración, lo que no necesariamente sucede con otros monumentos romanos, renacentistas o barrocos.

Y, asimismo, es visible en sus escritos el cambio operado en su visión sobre España, como se refleja en la obra del historiador, diplomático, político y fundado de varios periódicos chileno Agustín Edwards, que mientras que en su prólogo afirmaba que al ir a España creyó que iba a encontrarse con un país sin recursos, sin caminos y sin diversiones, dado que muchos así se lo habían pintado y se empeñaban en pintarlo a todo el mundo, afirma posteriormente rotundamente que:

España, para nosotros, los americanos, no es el desierto, sino el oasis de Europa donde el viajero apaga su sed de ostracismo con el inagotable manantial de cariñosa acogida que insensiblemente le hace pensar que en aquél país no es extranjero.

La Giralda vista desde la calle Placentines, de José Domínguez Bécquer, c. 1836, actualmente en el Museo Carmen Thyssen de Málaga.

 

Pedro Damián Cano Borrego es historiador y colaborador de El Museo del Turismo.

 

BIBLIOGRAFÍA:

[1] López Guzmán, Rafael; Guasch Marí, Yolanda y Montejo Palacios, Elena, “La Alhambra en los viajeros iberoamericanos: lectura textual y valoraciones estéticas”, Ensayos. Historia y teoría del arte, Bogotá, D.C., Universidad Nacional de Colombia, Vol. XXII, No. 34 (enero-junio 2018), pp. 7-21.