El alter ego de Alí Bey, Domingo Francisco Jorge Badía y Leblich, nació en Barcelona. De formación autodidacta, este intelectual y científico ilustrado ha pasado a la historia como funcionario, político, militar y espía al servicio del rey de España, pero también como arabista, escritor, explorador, aventurero, inventor, dramaturgo, geógrafo, astrónomo, grabador o bibliófilo. Su amplia cultura quedó reflejada en el relato de sus viajes, publicado durante su exilio en Francia y en francés, en la que, junto a las pormenorizadas descripciones de las ciudades y territorios que visitó, se encuentran sus observaciones sobre campos tan dispares como la geografía, botánica, geología, meteorología, zoología, economía y vida cotidiana de sus habitantes.

Esta obra, que no fue publicada en España hasta la muerte de Fernando VII, magníficamente ilustrada con sus propios dibujos pintados durante su viaje, entronca con la tradición andalusí de los Libros de Viajes o Rihla, y puede considerarse una magnífica guía de turismo de un viajero ilustrado, que pretendía completar con la experiencia práctica del viaje el saber teórico adquirido en su preparación y proyectar los conceptos de la civilización europea en los lugares visitados. Esta magnífica crónica fue traducida rápidamente a varios idiomas, editándose en el Reino Unido y Alemania, por lo que tuvo una rápida difusión por todo el continente, promoviendo la curiosidad por la cultura islámica, siendo conocida y admirada por famosos viajeros como Alexander von Humboldt y Francis Burton.

 

Domingo Badía y Léblich

Aguatinta conservada en la Biblioteca Nacional.

Nacido en Barcelona el 1 de abril de 1767, se trasladó con su padre en 1774 a la localidad almeriense de Vera, donde a los 18 años heredó su puesto como Administrador de Utensilios de la Costa de Granada, cuando su padre fue ascendido a factor y provisor de los presidios de África, y Domingo fue ascendido posteriormente a Contador de Guerra. Seguramente fue en este municipio donde tuvo sus primeros contactos con el mundo árabe, dado que era un puerto de comercio con el norte de África y de aprovisionamiento de las tropas destacadas en Ceuta, Melilla y Orán.

Aunque su formación fue principalmente autodidacta, el 12 de enero de 1786 Domingo Badía se matriculó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y durante su estancia en Madrid, también estudió en las Reales Escuelas de Química y Física. Tras instalarse en Córdoba como administrador de la Real Renta de Tabacos, comenzó a publicar sus estudios sobre matemáticas, física y química, interesándose por la navegación aérea e invirtiendo tres años en la construcción de un globo aerostático con posibles aplicaciones militares. Arruinado por las deudas contraídas al suspender la licencia para ello el Consejo de Castilla, se trasladó a Madrid.

Aficionado igualmente a la geografía, a la historia y a los idiomas, entre ellos el árabe, en 1801 concibió un ambicioso proyecto de un viaje científico y comercial por el norte de África, que fue aceptado por Manuel Godoy, Príncipe de la Paz, quien en sus Memorias se atribuye la idea de enviarle a Marruecos para promover una revuelta contra el Sultán y favorecer la intervención militar y la ocupación de parte del territorio. Para ello se preparó concienzudamente, realizando un viaje por Francia e Inglaterra para ampliar sus conocimientos religiosos e históricos sobre el Islam, adquirió los instrumentos necesarios para sus investigaciones, se hizo circuncidar y adoptó la personalidad de un príncipe árabe, Alí Bey.

Manuel Godoy, retrato pintado por Francisco de Goya en 1801 y conservado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

El 29 de junio de 1803 cruzó el estrecho de Gibraltar en dirección a Tánger, comenzando un periplo que le llevó a recorrer los actuales Marruecos, Argelia, Libia, Egipto, Arabia Saudita, Siria, Turquía y Grecia y visitar lugares donde nunca había llegado ningún occidental. A su vuelta a España en 1808 y aconsejado por el depuesto monarca Carlos IV, ofreció sus servicios a Napoleón Bonaparte, que le remitió a su hermano José. Fue nombrado brigadier y ocupó varios cargos administrativos, como la intendencia de Segovia, y fue nombrado alcalde de Córdoba en 1810, donde introdujo el cultivo de la patata, la remolacha y el algodón y autorizó la creación de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de esta ciudad.

Tras la derrota napoleónica, como otros tantos compatriotas, partió hacia el exilio en Francia, desde donde intentó sin conseguirlo obtener el perdón real. Allí publicó el relato de sus viajes y, reconocido con el grado, sueldo y consideración de Mariscal de Campo, recibió del gobierno de Luis XVIII una comisión para dirigirse a la India. Bajo la identidad de su supuesto padre, Otmán Bey, murió durante este viaje, en agosto de 1818, cerca de la ciudad de Damasco. Aunque se afirma que fue envenenado por el bajá de la ciudad a instancia de los servicios secretos británicos, Mesonero Romanos, en base a una carta del guardián del convento español de San Francisco de esta ciudad, recoge que la causa de su muerte fue la disentería.

 

Viajes de Alí Bey el Abbassi

Paisaje de Marruecos.

La primera parte de su viaje se desarrolla en el actual Marruecos, y nos muestra la vida del supuesto príncipe en la que gasta con liberalidad en suntuosos regalos los fondos que le habían sido entregados para su misión, así como su preocupación por la geografía, la astronomía, la flora y la vida cotidiana de un país que recorrió en gran medida. Ello le permitió conocer a las élites del territorio y cultivar la amistad del propio sultán Mulay Suleiman. Al enterarse Carlos IV de sus actividades ordenó que se pusiera fin inmediatamente al plan, si bien con el estallido de la guerra con Gran Bretaña se autorizó a Badía que retomase sus planes para promover una revolución. Intentó persuadir al sultán para que otorgara al país una constitución y cedió a su presión para casarse con una mujer de su propio harén, Fátima Mojana. Finalmente, fue deportado desde Larache el 13 de octubre de 1805.

A partir de este momento, su viaje continúa más relajadamente por los países del norte de África y Oriente Medio, con la declarada finalidad de realizar la preceptiva peregrinación a La Meca.  No obstante, enterado de una conjura británica para deponer al bajá de Egipto, se dirigió allí y logró frustrarla. En Alejandría conoció a François-René de Chateaubriand, considerado el fundador del romanticismo en la literatura francesa, y en diciembre partió hacia La Meca. Es el primer occidental que describe detalladamente los ritos de dicho peregrinaje, y asimismo fue testigo de la ocupación de los Santos Lugares del Islam por los wahabitas, los ascendientes de la actual casa real saudí.

Vista de San Juan de Acre, en la edición italiana.

Tras regresar a Egipto, realizó un viaje de tres meses por Palestina y Siria, realizando un estudio para el gobierno español de las actividades de los monjes franciscanos que administraban los Santos Lugares cristianos con fondos recibidos del gobierno español. En Siria descubrió y destruyó una línea de comunicación de los británicos con la India. En octubre de 1807 se encontraba en Estambul, residiendo en la casa del embajador español, desde donde llegó a Paris recorriendo el este de Europa y tras una convalecencia en Múnich el 17 de abril de 1808, estando presente en la abdicación de Carlos IV en Bayona en mayo de este año.

 

La publicación de sus viajes y su importancia

A pesar de no conservarse actualmente el trabajo original redactado por el propio Badía, consta su intención de publicarlo en España, o en cualquier caso en español. Al no poder hacerlo, solicitó la protección de Napoleón, que encargo su traducción a Louis-François-Joseph de Bausset, posteriormente el encargado de recopilar y editar las memorias del Emperador. En su estancia en España durante la Guerra de Independencia trabajó en ello, trayéndose todos sus manuscritos, documentos y anotaciones, e incluso solicitó ser relevado del cargo de alcalde de Córdoba para dedicarse a la redacción final de la obra, lo que no consiguió.

Vista de La Meca.

La primera edición, hecha en París por Didot l’aîné en 1814, consta de tres volúmenes y lleva por título Voyages d’Ali Bey el Abbassi en Afrique et en Asie pendant les années 1803, 1804, 1805, 1806 et 1807. Se publicó igualmente un Atlas des voyages d’Ali Bey, que contiene 83 láminas y 5 mapas, realizados por el propio Badía. Dos años después se publicó la versión inglesa, Travels of Ali Bey in Morocco, Tripoli, Cyprus, Egypt, Arabia, Syria and Turkey, between the years 1803 and 1807, que incorpora los mapas y grabados. Sobre la misma hubo dos ediciones ese mismo año en los Estados Unidos.

El mismo año se publicó la traducción alemana, con un breve prólogo en el que se desvela la verdadera identidad de Alí Bey. Entre 1816-1817 se publicó en cuatro volúmenes la edición italiana, reproduciendo algunos grabados y coloreándolos para la ocasión, incluyéndola en una magna colección de libros de viajes relativamente recientes. La primera edición española, cuya traducción se atribuye a Pascual Pérez, fue costeada por Vicente Salvá y se imprimió en la imprenta valenciana de Mallén en 1836. Ese mismo año se publicó igualmente en México.

Esta magna obra, de recomendada lectura para los amantes de la Historia del Turismo, entronca con las obras publicadas durante la Ilustración, en la que el interés por Oriente era cada vez mayor, en una literatura que a los móviles científicos e históricos suma el gusto por el exotismo y el interés de tipo antropológico y etnológico, el conocimiento del otro, en el tránsito de la época del Grand Tour ilustrado al nuevo Gran Tour romántico, en el que primaron los viajes a España y al mundo islámico. Una gran obra de un hombre polifacético e ilustrado que ahora, doscientos años después de su muerte, comienza a gozar de la fama que merece.

En las Memorias de Manuel Godoy, publicadas en 1836,  Domingo Badía es descrito como:

Badía era el hombre para el caso. Valiente y arrojado como pocos, disimulado, astuto, de carácter emprendedor, amigo de aventuras, hombre de fantasía y verdadero original, de donde la poesía pudiera haber sacado muchos rasgos para sus héroes fabulosos; hasta sus mismas faltas, la violencia de sus pasiones y la genial intemperancia de su espíritu le hacían apto para aquel designio

Y, como afirmaba el escritor José Agustín Goytisolo:

Menos combatir, todo lo hizo mejor que el mítico Lawrence de Arabia. Vale la pena leer los viajes de Alí Bey

Para terminar con la dedicatoria que escribió a su hijo Pedro en un ejemplar de la primera edición de su obra, con una cita de las Fábulas de Fedro, Arbores in deorum tutela, Los árboles escogidos por los dioses, por Cayo Julio Fedro, liberto de César:

Nisi utile est quod facimus, stulta est gloria
Pues la gloria es vana, si nuestras acciones tienen un resultado beneficioso.

 

Autor: Pedro Damián Cano Borrego

Para saber más

Almarcegui, Patricia, “La biblioteca de Alí Bey”, Cuadernos de Estudios del Siglo XVIII, núms. 10-11. Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII, Universidad de Oviedo, 2002, pp. 5-16.

Almarcegui, Patricia, “El proceso de escritura de los Viajes de Alí Bey”, ISIMU 9, 2006, pp. 229-237.

Badía y Leblich, Domingo, Viajes de Ali Bey el Abbassi (Don Domingo Badía y Leblich) por África y Asia durante los años 1803, 1804, 1805, 1806 y 1807 / traducidos del francés por P.P., Valencia, Librería de Mallen y Sobrinos, 1836.

Escribano Martín, Fernando, “El peregrino Ali Bey, un «príncipe abasí» español del siglo XIX”, Arbor CLXXX, 711-712, Marzo-Abril 2005, pp. 757-771.

Lafarga, Francisco, “Doscientos años después. Aspectos políticos y literarios del viaje de Alí Bey”, en Estudos em homenagem a António Ferreira de Brito, Universidade do Porto, 2004.

McGaha, Michael, “Domingo Badía (Alí Bey) en Marruecos”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, H.'» Contemporánea, t. 9, 1996, pp. 11-42.

Meghraf, Zeinab, “Domingo Badía y Leblich alias Ali Bey el Abbassi: un agente-espía de Godoy en Marruecos (1803-1805)”, CESXVIII, nº 30,2020, pp. 413-445.

Semanario Pintoresco Español, 5 de marzo de 1839, pp. 65-67.